ESTADOS UNIDOS PIERDE CON URUGUAY Y ESTá ELIMINADO DE LA COPA AMéRICA 2024

“Toto, creo que ya no estamos más en la Copa América”. Estados Unidos nunca encontró el camino de ladrillos amarillos hacia el gol que requería, uno sólo, y se despidió sin apenas aspavientos. Sin avistar siquiera aquel lugar tras el arcoíris, quizá Phoenix, donde esperaban Colombia o Brasil. Todo terminó pronto, quizá demasiado, en tierras de fábulas y superhombres, pero de pocas esperanzas futbolísticas.

El ritmo inicial del partido fue frenético, como las tormentas de Kansas. Muy ad hoc a esta tierra inclemente. Es que Bielsa no se dejó nada en el armario y Berhalter debía quemar las naves para no estar al pendiente de lo que ocurriera en Orlando. Además, el volcánico ambiente en esta Montevideo a escala que era Kansas contribuyó. Arrowhead se pareció demasiado al Centenario. Pasó que McKennie amenazó siempre por altura, mientras Araujo, Ugarte y Rochet resolvían con complicaciones. ‘La Celeste’, sorpresivamente, había reculado. En cuanto se asomaron, rondó la tragedia en Kansas: Maxi Araujo y Tim Ream se cabecearon mutuamente y los servicios médicos debieron entrar en acción. Se hizo el silencio en Arrowhead. Después de tres minutos de revisión, el extremo ‘celeste’ abandonó el campo en camilla e inmovilizado. El partido había perdido color.

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El incidente de Araujo y Ream estrenó una nueva fase de juego: topetazos por doquier. Balogun y Rochet, dos trenes de la Kansas City Southern, colisionaron en el área charrúa; maltrecho quedó el atacante del Mónaco, quien poco después estrelló su brazo en el rostro de Ronald Araujo. Entre el concierto de hachazos, Richard detuvo sin delicadeza a De la Cruz; Darwin Núñez reactivó el juego sin perder un segundo, Nández despegó por el desguarnecido costado derecho y eligió definir, aunque Turner le hizo dudar sobre si picar la pelota o elegir algún rincón. Ni una, ni otra. Del resto no quedó mucho fútbol que reseñar. Hubo más jugadores tendidos en el campo que acciones cercanas al gol.

Dos bombazos de Viña abrieron la segunda mitad. Fue sólo un espejismo. Estados Unidos contuvo el pánico y Uruguay tampoco poseía más urgencias. Cerraron bien los flancos Scully y Robinson a Nández y Viña, pero no aparecían Pulisic y Reyna. Y los minutos se acumulaban. También en Orlando, donde Miranda echó una mano a distancia al inoperante ‘Team USA’ de Berhalter. La noticia corrió rápido por Arrowhead, aunque el gozo duró poco: tiro libre uruguayo, remate seco de Araujo, merendándose a Ream; tapada de Turner y contrarremate de Olivera. El VAR chequeó durante casi tres minutos, en afán de transparencia, pero no encontró nada punible. Gracias de todas formas, Miranda, Bolivia.

No quedaba más que quemar todo Kansas. Entonces, Rochet regaló la pelota con el regazo a McKennie, Pepi pivoteó y Pulisic disparó sin guardameta; Ugarte ya aguardaba sobre la línea. En el frente de Orlando, Guerrero invalidaba la ayuda boliviana. Y los minutos se acumulaban. Y Estados Unidos no dejó de ser un pase final inexacto, un recorte de más, un segundo tardío. Berhalter atascó de pólvora: Wright, Pepi, Pulisic, Sargent. Todos convivían en el frente de ataque en busca de un milagro, del camino de ladrillos amarillos. Casi ocurre cuando, por fin, una conversación sensata entre Pulisic y Reyna dejó a Wright de frente a Rochet; el bloqueo de Ugarte apagó sus malignas intenciones. El esmeros finales de Pulisic fueron el último impulso latente de un Clark Kent descobijado. No hubo arcoíris en Kansas. Lo único que hay son lamentos.

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